Crianza bilingüe respetuosa: Cuando mi hijo no quiere hablar mi idioma

crianza bilingüe respetuosa

¿Practicas la crianza bilingüe respetuosa? Afortunadamente cada vez somos más los padres que nos suscribimos a una crianza respetuosa con sus hijos y consigo mismos, dejando atrás los enfoques autoritarios con los que muchos crecimos.

No me refiero a ninguna teoría esotérica, sino a aspectos de la crianza como la cercanía e intimidad con los progenitores, la aceptación de las necesidades del niño y en general el reconocimiento del peque como persona con sus propios intereses, objetivos y dificultades. Y reconocernos a nosotros mismos, los padres, también como humanos con nuestras fortalezas sí, pero también capaces de equivocarnos. Porque esas equivocaciones, bien encauzadas, también nos sirven para aprender y crecer.

Y sin embargo, cuando llega la hora de transmitirle a nuestros hijos más de un idioma, a menudo nos olvidamos del respeto más básico:

«es que hoy solo entiendo español»

«hasta que no me lo digas en el idioma correcto, no te doy el juguete»

«no vamos a leer ninguno de los libros que has elegido porque no están en el idioma que a mí me parece correcto»

Pero, ¿existe una forma de «imponer» un idioma con respeto?

Ponerse en el lugar del niño

Para muchos de nosotros, padres expatriados, nuestra lengua materna es parte de nuestra identidad. Es un hilo que nos une a nuestro país de origen y a nuestras familias, tan lejos. Es literatura, música y comida. Les enseñamos nuestros idiomas a nuestros hijos para que les sirva en el futuro, claro, pero también porque hablando en nuestro idioma nos sentimos más nosotros mismos que nunca. Y, aunque a veces venga asociada a recuerdos dolorosos, es la lengua de nuestros sueños y de nuestras almas.

Pero todo esto un niño pequeño no lo comprende. Aproximadamente hasta que empiezan la escuela los peques no entienden todavía la dimensión afectiva o incluso política del lenguaje. Para ellos la lengua es pura herramienta: usan el idioma para conseguir lo que quieren, conectar con gente, describir lo que les llama la atención.

Y las herramientas tienen que ser fáciles de usar y útiles para el propósito perseguido. Es un mecanismo verdaderamente admirable que un niño tan pequeño sepa elegir de su repertorio el idioma que es comprensible para el interlocutor y que más sencillo les resulte. Incluso ajustando el idioma según comprueba si los mensajes anteriores se transmitieron con éxito o no.

De modo que intentemos descartar ciertas explicaciones precipitadas («es que no le gusta mi lengua») y no le atribuyamos al niño más intención que la de comunicar eficientemente. Está haciendo lo que cualquier hablante hace: buscar la economía del lenguaje, en este caso economía de esfuerzo.

Hacer al niño partícipe de la conversación

A veces se nos olvida que los niños entienden mucho más de lo que creemos, para bien y para mal.

Por un lado, el niño sabe perfectamente qué idiomas entendemos, por mucho que nos hagamos los locos. Decirle que no entendemos algo cuando a todas luces lo entendimos ayer, o estamos usando ese idioma con otras personas solo hará que el niño acabe por desconfiar.

Y del mismo modo, nunca es demasiado temprano para expresar que para nosotros, el adulto, es muy importante hablar en nuestra lengua materna con ellos. Mi Peque me sorprende a menudo con gestos de gran empatía. ¿Por qué no compartir con ellos el esfuerzo de cambiar de idioma? Explícale por qué es importante para ti, a medida de su capacidad y de su desarrollo. Seguro que te sorprende.

La crianza bilingüe respetuosa busca cubrir la brecha entre mi intención y la del niño

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Como hemos visto, para nosotros el idioma está asociado a emociones mientras que para el niño, es solo una herramienta. En algún momento de la crianza, el enfoque del peque también cambiará para integrar emociones y otras asociaciones en el idioma. Nuestro objetivo principal debe ser que sean positivas. La peor situación sería que todos los recuerdos asociados al español fuesen de regañinas, ejercicios sin fin y chantaje emocional. ¿Cómo podemos transmitir nuestro idioma desde el amor y el respeto?

  • ser comprensivo
    entender que al niño le cuesta hablar en sus lenguas no dominantes, igual que a cualquier persona.
  • comunicar «mi» necesidad de hablar «mi» idioma.
    Claro, queremos que el idioma llegue a ser «nuestro», pero de momento es «mío». Intentamos explicarlo tantas veces como sea necesario, de formas distintas: yo prefiero este idioma, es la lengua especial para hablar con mamá, etc. Y también procuramos armarnos de paciencia y cariño para reconducir un millón de veces: «¿quieres decir «almendra»?», «¿sabes la palabra en español?», «¿te acuerdas cómo lo llama la abuela?»
  • utilizar los contextos a nuestro favor
    Los niños (y cualquier hablante) tienden a vincular un contexto con un idioma:
    • persona: este es el contexto más fuerte. Una vez asociada una lengua a una persona, cuesta más cambiarlo. ¡Pero es posible! Con menos esfuerzo se pueden establecer contextos de lengua minoritaria aprovechando visitas de miembros de la familia, amiguitos del parque, la presencia de un au-pair o canguro…
    • lugar: cualquier lugar puede ser un contexto lingüístico. Por ejemplo, en la escuela se habla un idioma. Incluso en las escuelas bilingües, donde está claro para todos los participantes que la comunicación es posible también en otro idioma, los niños pequeños usan el idioma establecido correctamente.
    • objeto: algunos libros se leen solo en un idioma concreto. Del mismo modo, podemos tener juguetes (doble puntuación si son juegos de roles) con los que solo jugamos en el idioma minoritario.
    • actividad: en nuestra casa, por ejemplo, las cenas son en hebreo. Aquí tienes algunas ideas de actividades ricas en lenguaje y diálogo.
  • Ser flexibles:
    La capacidad de recalibrar y adaptarnos a la evolución de la familia, el crecimiento de los peques, las nuevas necesidades de todos es una parte crucial de la crianza bilingüe respetuosa. En este caso, considero un error aferrarse a un método concreto: los niños y las familias cambian, y cambiar de método nos puede servir para aprovechar cada momento al máximo.
    Asimismo, todos salimos ganando si hacemos al niño partícipe de las decisiones lingüísticas, según su capacidad y a medida que crece. Por ejemplo, puede que un niño en edad escolar no quiera acudir a las clases de lengua minoritaria en fin de semana y a cambio proponga practicar la lectoescritura todas las tardes después del colegio.
  • Asegurarnos de que el niño tiene los conocimientos suficientes para cumplir con nuestras expectativas
    Dos elementos predicen el dominio de un idioma minoritario: el uso activo en la infancia y la amplitud de vocabulario (puedes leer más en este estudio o en esta review). El uso se asegura con la creación de contextos que mencionábamos anteriormente.
    El vocabulario por su parte se trabaja con materiales específicos, principalmente libros (ya, ya sé que soy como un disco rayado). Cada libro es una ventana a un área de conocimiento y hay que recordar que para la mayoría de estas áreas muchos niños bilingües no tendrán otra fuente de vocabulario que sus libros. Del mismo modo, conviene buscar una variedad de estímulos: distintas variedades geográficas de nuestros idiomas; voces distintas, áreas que quizá no estén entre nuestros propios intereses. Todo ello es riqueza que le podemos ofrecer a nuestros hijos para que ellos seleccionen lo que más les interese y convenga en cada momento.

Aceptar que la frustración es parte del proceso

Ya sabemos que en todo lo que incumbe a la educación de nuestros hijos la frustración es a ratos herramienta y enemigo.

la frustración es una parte CRUCIAL de la evolución de cualquier peque en sus primeros años. Nos pasamos toda la edad de las rabietas intentando acompañarles para que acepten y comprendan el sentimiento de contrariedad. Y nosotros mismos cada vez que sentimos decepción o rabia estamos presentando un modelo de reacción adulta que ellos podrían llegar a adoptar.

Los idiomas son otra fuente adicional de frustración para ellos y para nosotros.

Por ejemplo, todos sentimos frustración cuando tenemos que hablar un idioma en el que no estamos cómodos. Los niños no son distintos. No son criaturas mágicas capaces de lanzarse a hablar en un idioma no dominante tras 5 minutos de conversación.

Es importante empezar con lo básico: asegurarnos que el niño no tiene hambre ni sueño ni está enfermo cuando le ponemos en la situación de hacer algo tan difícil como hablar en un idioma no dominante.

Y lo que más me cuesta a mí, personalmente: no saltar inmediatamente en cuanto vemos que el peque está en dificultades. Démosle un tiempo para adaptarse y ordenar sus ideas, buscar las palabras escondidas en los baúles del cerebro de las lenguas no dominantes. Los niños pequeños realmente necesitan más tiempo que los adultos para responder a una pregunta u otro estímulo, o para cambiar de lenguas en un momento dado.

La fuerza del vínculo

El lenguaje es una herramienta social y así se basa en las relaciones y en la fuerza de las mismas. Sobre todo si somos la fuente principal o única del idioma minoritario, la fuerza del vínculo va a ser determinante en la fuerza del idioma. Este es un aspecto que está ganando popularidad en el ámbito investigativo. Puedes leer más en este estudio que muestra el apego como predictor de la habilidad lingüística o esta review sobre el desarrollo emocional de peques bilingües.

Photo by Johnny Cohen on Unsplash


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