La respuesta corta es ¡SÍ, LEE! Si te interesa también la respuesta larga o necesitas razones para leer con tus peques, sigue leyendo.
Por la tarde, después de la guardería; o por la noche, antes de dormir; o después del desayuno, los días en que la mañana se nos da más que bien, o el fin de semana a cualquier hora. El momento en que la Peque y yo nos buscamos un libro, o una pila de ellos, y nos sentamos en nuestro sillón de leer, o en el sofá, o a la mesa del desayuno y nos volcamos en sus páginas es algo que no cambiaría por nada del mundo. Y sé que para ella casi cualquier libro es preferible a todos sus juguetes.
Cada familia tendrá sus razones y todas son igual de válidas. Lo que sigue son las mías que espero os gusten o incluso os convenzan.
Para pasar un buen rato juntos
Nadie dice «mi hijo pasa demasiado poco tiempo viendo la televisión», ¿verdad? Sí, ya sé que estamos ocupados, a todos nos gustaría pasar más tiempo leyendo, solos y acompañados.
La triste realidad es que si no planeamos tiempo para leer, si no nos organizamos para hacerlo, no podremos leer. La falta de tiempo es una de las principales razones por las que los jóvenes lectores se convierten en adultos que no leen.
¡Pero está en tu mano el cambiarlo! Empieza por tener libros siempre a mano, un par de ellos en cada habitación, y por reservar 10 minutos al día para leer en voz alta. Puede ser al volver del colegio, antes de dormir, por la mañana durante el desayuno… Lo importante es dar un pequeño primer paso. Puede que los 10 minutos lleguen a 30 o a 60 algunos días, o que otros se caigan del calendario. Pero el tiempo que paséis juntos mirando el mismo libro será mágico.
Para reforzar el vínculo
Pasamos muy poco tiempo con nuestros hijos y el que pasamos está demasiado a menudo lleno de prisas. Pero para crear una relación fuerte con nuestros hijos es imprescindible que este tiempo juntos sea de calidad.
Hay miles de formas de ganar en calidad: paseos, conversaciones, excursiones, abrazos y besos. Y libros. Como decía antes, un adulto y un niño mirando juntos al mismo objeto, un libro, hablando de él, es mágico.
Para ganar vocabulario y mejorar el idioma
Todos los niños aprenden muchísimo vocabulario con la lectura, y los niños que crecen alejados de un entorno en que sus lenguas se hablen generalmente dependen muchísimo de esta actividad.
Imagínate: un niño que aprenda un idioma de un solo hablante o de un grupo reducido de ellos adquirirá una versión pobre y limitada. Sobre todo si los hablantes adultos llevan ya tiempo viviendo en el extranjero. Pero si en esa relación metemos libros, el idioma gana variedad y riqueza.
En general, el idioma hablado y el idioma escrito son distintos: la lengua oral utiliza un vocabulario menos variado, una sintaxis menos cuidada y es más susceptible de errores. Introducir el lenguaje escrito incluso con niños muy pequeños tiene beneficios más allá de los inmediatamente visibles.
Para acercar al niño a (sus) otras culturas
Siguiendo con los niños multilingües que crecen lejos de la cultura de sus padres, los libros son una forma muy económica de acercarse a una realidad que puede parecer ajena a la vida cotidiana del peque. Gracias a los cuentos se pueden ilustrar aspectos culturales, comida, paisajes, animales y clima.
Puede llegar a ser muy sutil, como en nuestro caso con Buenos días de Meritxel Martí: fijaos en la barra de pan, la cafetera por la mañana. Se trata de elementos totalmente ajenos a una mañana cotidiana en Alemania, donde se desayuna té y el pan son hogazas marrones y pesadas.
Para tener más temas de los que hablar
Mi Peque de 2 años habla del lobo y de caperucita, de ranas y ballenas, se pregunta de qué color son los besos y sabe que los patitos feos salen de huevos gracias a la lectura en voz alta.
A veces me imagino que tiene que aprender español de las frases exclusivamente cotidianas, qué quieres desayunar, vamos de paseo, mira un perro, y me siento extremadamente agradecida a nuestra colección de cuentos.
Convertir los libros en conversación es la mejor forma de lectura compartida porque gira en torno a las personas involucradas en lugar del libro, y es además una gran manera de reforzar el vínculo, ganar vocabulario, conocer culturas y pasar un buen rato juntos.
En definitiva, lo que cuenta en realidad no es el libro ni el tiempo de reloj que paséis leyéndolo, sino la conversación que genera y la marca que deja. Pruébalo, no te arrepentirás.
Una respuesta a “¿Debería leer en voz alta a mis hijos?”
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