¿Cómo educar a hijos bilingües? Esa es una de las preguntas que me hago desde los años de universidad (¡o antes!) y que ahora, viviéndola en mis carnes, se ha vuelto todavía más acuciante.
Tanto la ciencia como mis opiniones personales hay cambiado mucho desde aquellos años y, como con todo en la maternidad, ahora tengo muchísimas menos convicciones al respecto. De hecho, solo tengo una:
Ahora bien, eso no quiere decir que no haya aprendido nada sobre cómo educar a hijos bilingües. Sí que he aprendido más de observar cómo funcionan las familias que de leer libros y revistas científicas. Por ejemplo, que tratarse con cariño y respeto es mucho más importante que hablar sin acento. Que hay que celebrar las pequeñas victorias.
Que prefiero tener un hijo feliz que un hijo bilingüe.
También he visto familias que no consiguen que sus hijos sientan la lengua minoritaria como propia. Que no la usan. Que a penas la entienden, o que no saben leer y escribir.
Y personas que crecen en un entorno bilingüe y que no llegan a alcanzar en el idioma mayoritario un nivel satisfactorio que les permita cursar estudios superiores, comprender un contrato y, en general, usar el idioma como herramienta de supervivencia, negociación y disfrute.
Gente que no lee libros porque en un idioma no sabe leer y en el otro, tiene un vocabulario limitado.
¡Pero no penséis por eso que estoy dispuesta a tirar el bilingüismo por la ventana! En absoluto. También he aprendido que es posible educar en bilingüismo y armonía. Y he conocido a muchos niños y adultos con dos o más lenguas a su servicio, que disfrutan de más conversaciones, de más libros y de mejores relaciones con sus padres y familiares.
No solo es posible una educación bilingüe armoniosa. Creo firmemente que es la mejor y, a menudo, la única manera.
¿Cómo educar a hijos bilingües con flexibilidad y apego? Estas son algunas preguntas e indicaciones que espero sirvan para una reflexión pausada y en familia.
Al final, cada familia necesita encontrar su manera de ser bilingüe.
Y todas las familias pueden conseguirlo.
1. ¿Qué os motiva?
¿Qué significa para cada uno de vosotros cada idioma? Haceos a la idea de que esto es una carrera de fondo con miles de obstáculos. Si la motivación no es buena, las fuerzas acabarán flaqueando.
2. ¿Cuáles son tus objetivos de crianza bilingüe o multilingüe?
Este es un aspecto del que se habla muy poco pero que es CRUCIAL para tener éxito: tener claros nuestros objetivos. Qué significa para nosotros triunfar con la educación bilingüe. Cómo imaginamos a nuestros hijos, ya de adultos, como hablantes de una y otra lengua.
Cuando crezca, quiero que mi hijo bilingüe…
- … hable ambos idiomas sin acento extranjero…
- … tenga la opción de ir a la universidad en el idioma minoritario…
- … pueda comunicarse en la lengua minoritaria con abuelos y primos durante las vacaciones…
- … su nivel en la lengua mayoritaria le sirva para integrarse plenamente…
- … y muchísimos etcéteras.
Estos objetivos, si bien no son incompatibles, sí que son diferentes hasta el punto de requerir herramientas y métodos distintos. Hablar «sin acento» requerirá largas estancias en el país o región de origen del acento en cuestión. Para alcanzar un nivel de bachillerato se necesitarán clases complementarias y mucha, mucha lectura. Integrarse plenamente requerirá la participación en actividades con otros niños.
No os estreséis con este paso. No hace falta que estén todos los detalles definidos, ni que sea un objetivo inamovible.
3. ¿Cuáles son las circunstancias de la familia?
Confesión: la mayor equivocación que cometimos en casa con el bilingüismo fue no pensar en un idioma en común para todos. Ahora sabemos que, para nuestra dinámica de convivencia, tendría más sentido disponer de un idioma común para todos.
¿Cuáles son vuestras circunstancias?
- ¿Habláis todos un idioma común o estáis dispuestos a aprenderlo?
- ¿Qué idiomas habla el resto de la familia y la comunidad?
- ¿Qué opciones existen para utilizar cada idioma? cotidianas como centros culturales, clases de apoyo, grupos de juegos… Y ocasionales como viajes, visitas, eventos…
4. Conoce las estrategias más populares…
Estas son las estrategias más comunes:
- OPOL (un progenitor, un idioma)
- lengua minoritaria en casa, lengua mayoritaria en el resto de contextos
- por contexto: un idioma para las cenas, otro idioma para el cuento de ir a dormir, otro para las excursiones…
- por tiempos: idiomas en días alternos, o fin de semana frente a entre semana, o semanas alternas, o vacaciones de verano…
- combinado: todos los miembros de la familia usan el idioma que prefieran según el momento.
Mucha gente asegura que hay métodos mejores y peores pero lo cierto es que todos ellos pueden dar resultados (y también pueden fallar) a la hora de educar a hijos bilingües. Lo que de verdad importa es que la estrategia elegida funcione bien con las circunstancias de la familia.
5. … y elige la que más se ajuste en cada fase de crianza
Cuando yo estaba en la universidad casi todos los lingüistas creían a pie juntillas que OPOL era la única fórmula que daba resultados. La investigación actual ya ha desbancado esta teoría: el OPOL no es ni condición suficiente, ni siquiera necesaria, para transmitir dos o más idiomas con éxito a la siguiente generación.
Es más, no es necesario adoptar una estrategia de por vida. Cada momento vital puede beneficiarse de una u otra. Por ejemplo, en un primer momento puede que OPOL sea lo más práctico hasta que llegado el momento, el papá aprende el idioma minoritario y la familia pasa a usar la lengua minoritaria siempre cuando están en casa.
6. ¿Qué tácticas cotidianas pueden garantizar suficiente exposición y producción?
La estrategia es el primer paso, pero el día a día lo definen las tácticas. Las dividimos en dos: las tácticas de exposición y las tácticas de producción.
Tácticas de exposición ¿Qué situaciones creamos en las que el peque oye o lee cada idioma?
- lectura compartida
- visitas al país
- conversaciones con abuelos
- canguros
- tv
Tácticas de producción ¿Cómo transmitimos qué idioma se espera del niño en cada situación?

Me fascina la investigación de Elizabeth Lanza sobre cómo respondemos los padres cuando nuestros peques nos contestan en el idioma mayoritario. Recoge 5 tipos de respuesta:
- Simular incomprensión: «Perdona, ¿qué?»
- Adivinar lo que quiere decir el niño: «¿Quieres decir «manzana»?»
- Ofrecer la palabra en el idioma minoritario: «manzana»
- Ignorar el cambio de idioma: «toma, una manzana»
- Cambiar de idioma con el niño: «Here, an apple»
En este video la profesora Lanza se pregunta: ¿qué tipo de relación se puede tener con los niños si solo usamos la primera estrategia? No podemos interrumpir la conversación todo el tiempo. No podemos presionar al niño, y menos mentirle en un contexto en que ve claramente que entendemos la otra lengua.
7. Mantente flexible
Ya hemos aludido a este punto pero merece su propia sección. Es un aspecto transversal que se aplica tanto a reconsiderar las grandes estrategias con los grandes cambios vitales, como a permitir que las tácticas del día a día no conviertan la casa en un cuartel, y al progenitor en un sargento chusquero.
¿Cuándo hay que reconsiderar las grandes estrategias? Cuando los cambios están a la altura: divorcios, mudanzas internacionales, inicio de la lectoescritura o de la adolescencia.
En cuanto a las tácticas del día a día: todas las actividades familiares funcionan mejor con un poco de flexibilidad, ¿verdad? Considera dejar las actividades para otro día si el niño está cansado, enfermo, preocupado… eso sí, procura recuperarlas. Piensa en ello como un hábito que conviene mantener todos los días, pero no se acaba el mundo si un día no puede ser.
8. Incluye al niño en la toma de decisiones
La inclusión del niño se relaciona con las dificultades y la flexibilidad necesaria para el día a día, pero tiene una dimensión mucho mayor:
En realidad, el objetivo es que el Peque reconozca los idiomas como propios.
Y para ello hay que dejarle que decida. A medida de sus capacidades y según vaya creciendo, hay que pasarle la responsabilidad al niño.
9. Lleva seguimiento de las dificultades
Se puede observar fácilmente si el niño está aprendiendo a buen ritmo. Detecta las carencias en la pronunciación, el vocabulario, la expresión… y con calma, busca dar apoyo para superarlas. Ya he recomendado en otras ocasiones los libros de la doctora Wang para buscar soluciones y ejercicios en este sentido.
10. ¡Disfruta!
Es difícil determinar cuánta exposición/producción es suficiente. Varía mucho dependiendo de la personalidad del niño y del adulto y de la calidad de la interacción.
Lo que es seguro es que una interacción placentera es más provechosa para todas las personas involucradas. Así que ármate de paciencia y de cariño, y ¡disfruta el viaje!
Foto de Caleb Oquendo en Pexels