Muchas familias bilingües lo comentan: los confinamientos han ido muy bien para el idioma de casa, pero no tan bien para el idioma del colegio. Y claro, si el idioma del colegio es el mayoritario de dónde vivimos, empiezan los dolores de cabeza. A mí me inquietó y por eso decidí hacer lo poquito que podía hacer: leer en alemán con mi hija todos los días.
De eso hace ya seis meses. ¿Qué he aprendido de leerle libros infantiles a mi hija en otro idioma todos los días? Por lo general, he de decir que (habiendo mantenido el español como nuestra lengua común en todas las demás circunstancias) nuestras lecturas compartidas en alemán no parecen haber dañado su español. Tampoco parece haber hecho milagros por cómo se expresa mi hija en alemán. Mi sensación es que han supuesto una ayuda más sutil que lo que se puede apreciar tras tan solo 6 meses. Eso sí, después de haber corregido varias salidas en falso y tras afinar el tiro con la selección de libros.
Esa es mi esperanza, y por eso seguiré manteniendo parte de nuestras lecturas en alemán.
Cómo me até la manta a la cabeza y empecé a leer en alemán con mi hija
Mi Peque empezó la guardería a los 14 meses. A los 16 comenzó el primer confinamiento en Alemania. No se puede decir que hablase por los codos, pero su puñadito de palabras en alemán sí que conocía. Y se le olvidaron todas. Y luego volvió a pasar cuando volvieron a cerrar las guarderías. Y ya para prepararnos ante una posible tercera vez, decidí empezar a leerle en alemán todos los días. Un poco al tuntún, como experimento.
Mi alemán no es bueno, de modo que pensé que si quería que la Peque escuchase alemán hablado por un humano, tendría que ser una lectura. Ya han pasado seis meses. La Peque ha vuelto a la guardería. Escucha alemán de humanos grandes y pequeñitos como ella. Acaba de cumplir tres años así que también estamos viviendo una explosión de todos los idiomas. Vamos, que no me voy ahora a echar todas las flores y a decir que la niña habla alemán. Pero lo habla. Objetivo cumplido.
Pero volvamos al principio: ¿para qué querría alguien leerle a su hijo en alemán?
- para incrementar vocabulario
- para animarle a expresarse en alemán
- para ayudarle a superar su timidez
Prácticamente quería que la lectura en alemán supliese las carencias a las que nos forzaban los confinamientos. ¿Me pasé con las expectativas? Desde luego.
Resultados de la lectura compartida en otro idioma a los seis meses
Lo que no funcionó: lectura de examen, nivel del texto y contenidos irrelevantes
No tardé en darme cuenta de que estaba cometiendo varios errores de primero de madre bilingüe. Algunos fueron fáciles de corregir, otros todavía me dan quebraderos de cabeza, pero de todos he aprendido:
- Convertía la lectura en un examen. Mira que para los idiomas minoritarios, lo tengo claro. Pero para el alemán se me olvidó. ¡Tenía tantas ganas de que supiera tantas palabras en alemán como en español! Me pasaba toda la lectura preguntando «¿y cómo se dice esto?». Huelga decir que no sirve más que para convertir un momento especial en una tortura para ambos.
- Empecé con libros para niños algo menores para adaptarme al nivel lingüístico. No es mala idea, el problema es que ella tiene otras preocupaciones y para que se enganche a un libro le hace ya falta cierta trama, personajes, acción. Existe la narrativa con vocabulario sencillo, se puede buscar. Y no pasa nada si algunas palabras se le (¿se nos?) escapan. Así es leer.
- No aproveché las circunstancias de su propia vida. Ahora intento encontrar historias con niños a los que le pasan cosas parecidas a ella: los mismos juguetes, una visita al médico, la llegada de los tíos. Porque los niños no aprenden vocabulario: le dan sentido a su vida y en el proceso adquieren un idioma.
En realidad, es cuestión de volver a los principios básicos de lectura: placentera, relevante y algo exigente con el lector.
Cuentos infantiles en alemán: lo que sí funcionó
¿Ha funcionado? Yo creo que sí, pero no por sí solo, y no en la forma que yo creía.
Leer en alemán con mi hija ha funcionado porque los días que sí que ha ido a la guardería también ha leído con la cuidadora. Nuestras lecturas se han complementado mutuamente, Si solo hubiésemos leído en alemán en casa, no habría bastado. Si solo hubiera leído en alemán en la guardería, las lecturas habrían sido más limitadas.
También porque mi prioridad ha sido siempre leer primero en español para mantenerlo como nuestra lengua principal de comunicación. No me hago ilusiones: no domino el alemán como para que ella lo pueda adquirir correctamente solo con mi ayuda. La guardería sigue siendo la principal fuente de exposición al alemán.
Dos tipos de libros en alemán para niños nos han resultado los más efectivos:
Libros realistas en los que los niños se enfrentan a situaciones algo fuera de lo común
Visitas al dentista, viajes en avión, o incluso tradiciones de nuestra comunidad… Después de un tiempo confinada, es difícil enfrentarse al mundo exterior. Leer varias veces libros sobre visitas al dentista en los días previos a la visita en sí, y además en alemán para que las situaciones y el vocabulario le vaya sonando, fue muy útil en más de una ocasión.
Álbumes ilustrados con historias breves y razonablemente cotidianas.
En nuestra experiencia, es el mejor tipo de materiales para adquirir vocabulario del día a día. A la peque le resultan súper interesantes, lo que facilita la lectura y también la conversación que la acompaña, crucial para la adquisición de vocabulario.
Porque lo que cuenta no es el tiempo que pasemos leyendo, sino la conversación que surge de la lectura. En este caso concreto, puede que la conversación no sea conmigo, en paralelo a la lectura. La Peque rara vez habla alemán conmigo. Pero cuando vaya al dentista, tendrá ya el referente previo de la lectura. Cuando juegue en el parque con los niños, puede que surja una conversación sobre unos juguetes que descubrió previamente en un libro.
Mis conclusiones: ¿Seguiré leyendo en alemán con mi hija? Pero, ¿seguro?
En efecto, a la hora de leer en alemán con mi hija (on en cualquier otro idioma) la clave en este ejercicio es cuánta conversación nace de la lectura, y en qué idioma. Si un libro no hace que la Peque quiera hablar de él, como en nuestro caso ocurrió con los libros tipo diccionario, entonces no nos vale.
Los libros que más potencial de conversación tienen, en mi experiencia, son los libros silentes. Pero si me echo a hablar en alemán, seguro que se me escapan un montón de errores gramaticales. En principio, por eso, me ciño a hablar y leer en español con mi hija, con incursiones breves pero frecuentes en la lectura en alemán para apoyar el desarrollo de la lengua mayoritaria.
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Fotos de Liana Mikah en Unsplash